18 de abril de 1998
Los noventas huelen
a humo de silenciador. Silenciador de bala, de calle, de pasamontañas, de
orejas, sentidos, ojos, de niños y ancianos. Los dos mil, saben a lágrima
salada, cansado desplazado, dormida conciencia.
Eduardo Umaña
Mendoza, amigo del alma, amigo
de sueños, amigo de travesuras. Eduardo hijo del maestro Eduardo Umaña
Luna, abogado penalista y de una bella mujer, Chely, su incansable
cómplice.
Su incansable
búsqueda de la verdad lo llevó a defender importantes casos en pro de los
derechos humanos. Había seguido el caso de los desaparecidos del Palacio de
Justicia, defendió a sindicalistas y a numerosas víctimas de violaciones a los
derechos humanos.
Después de las
múltiples amenazas que recibió en su vida, José Eduardo Umaña, fue
asesinado, sus victimarios desarrollaron una acción encubierta dirigida desde
una Brigada militar, luego de que dos hombres y una mujer al haberse hecho
pasar por periodistas entraron a su oficina y trataron de secuestrarlo. Eduardo
se negó a ser llevado a la fuerza. Siempre lo había dicho si vienen por mí y me
pretenden desaparecer yo no me dejo llevar. Por eso, le dispararon.
Un sábado
18 de abril, antes del medio día, en su apartamento, lugar habitado por la
búsqueda insaciable de la justicia, espacio pequeño que albergó grandes
ideales, en que se dispersaron humaredas de cigarrillo para apaciguar la
ansiedad, en que se esparció el aroma del café por todo rincón, en ese nicho de
acogida, en donde el llanto de los excluidos encontraba reposo, los perseguidos
judicialmente encontraban esperanzas, y las víctimas de Crímenes de Estado una
mano amiga, en ese recinto fue asesinado José Eduardo Umaña.
Su opción por la
vida, justicia real como democracia plena, derechos de los pueblos como
concreción de los derechos humanos, lo llevó a asumir la posibilidad de saberse
cierto de la tortura, la desaparición forzosa o de su asesinato del Estado, por
eso prefirió morir enfrentando a sus victimarios, se enfrentó a aquellos que
fueron a cumplir la misión que otros, diseñaron y definieron, esos otros que
hoy siguen disfrutando de pensiones
militares, usufructuando el poder político y económico en Colombia.
La primera
orientación de la investigación permitió evidenciar el papel desempeñado por
los miembros de las fuerzas armadas y del Cuerpo Técnico de Investigación, CTI,
de la Fiscalía la que se fue diluyendo en medio de un montaje procesal con un
falso "testimonio espontáneo" de un detenido de la prisión de Guaduas
que dijo conocer los asesinos de José Eduardo Umaña Mendoza.
Años después,
Salvatore Mancuso confesó ante la Fiscalía que el asesinato de Umaña Mendoza se dió bajo la orden de las AUC,
después de que se reunieran sus jefes, entre los que se encontraba Carlos Castaño, en una finca de nombre
“La Marranera”. Su versión inicial y la forma como fue divulgada la noticia por
las fuente oficiales ocultaron los nombres de los responsables en altos mando
militares de su asesinato. En 2011, el caso fue llevado por la esposa
Patricia y su hijo Camilo iniciaron una demanda al Estado colombiano ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Dos días después de
su asesinato, el 20 de abril cuando fue inhumado se
experimentó como ese día gris, un gran llanto y un gran dolor, entre ellas se
reflejó su gran compromiso con la gente, con la victimas, su ingenio para
reivindicar los derechos humanos, su audacia para afirmar los derechos de los
pueblos, su valentía para enunciar fuertemente lo que muchos temían decir, para
construir una y otra vez un país donde fuera posible vivir.
Camilo Umaña Hernández, expresión del hijo, pero también de esa sensibilidad de
la madre, la compañera, Patricia, la lealtad suprema, la incondicional: “Estos años de injusticia e indignación no podrían
ser subtitulados de muerte porque la vida de mi padre ha brotado en muchas
partes, formas y personas. Estos son años de una profunda trascendencia que se
siente en el colegio Eduardo Umaña Mendoza, en grupos de debate,
universidades, activistas, defensores de derechos humanos y sindicatos. En
estos años bien vale hacer una acción de gracias. Con los pies firmes,
agradecer a Eduardo Umaña Mendoza por no doblegarse, por
insistir, por su ternura y solidaridad con los desaparecidos, con los muertos y
torturados, con los puestos injustamente en prisión y con los que buscan otro
futuro para su país. muchos años de “más vale morir por algo que vivir por
nada”.
Esa es nuestra
certeza, esa es nuestra experiencia, ese es nuestro sentir, en la memoria
continuamos elaborando el duelo de aquel que nos inspiró, quien nos inspira a
construir y a enfrentar, como el Quijote. A luchar y a imaginar un país alegre,
bello, justo y en paz.
Recae en cada ser
humano, entonces, la responsabilidad, no sólo de conmemorar su muerte sino de
procurar siempre la verdad, la defensa de los Derechos Humanos, la justicia y
la paz. Procurar que la memoria sea un paso más en la construcción de una nueva
sociedad, que sus palabras sigan inspirando a muchos y muchas
José Eduardo
Umaña Mendoza, en la Memoria.
José Eduardo
Umaña Mendoza, Sin Olvido.
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