miércoles, 18 de septiembre de 2019

Miguel Ángel Quiroga Gaona

18 de septiembre de 1998 

Memoria y Justicia

Dichosos los perseguidos como tú, Michel, por practicar la justicia, defender a los pobres y reclamar el respeto de la persona humana.”, así escribió un amigo entrañable de este cristiano, defensor de los derechos de los afrocolombianos.

Miguel nacido en Facatativá, el 1 de octubre de 1972, del amor con sangre rural de Susana Gaona y de Gustavo Quiroga, amor que se unió a la sangre negra en la misma causa de los derechos de los excluidos. Fue encontrándose con las comunidades negras desde 1990 cuando comenzó el pre noviciado en la comunidad marianista en Bogotá, dos años después hizo sus primeros votos, con este compromiso espiritual e histórico se trasladó al municipio de Lloró en el Chocó durante un tiempo. En 1997 regresó a Bogotá y al terminar en la Universidad Pedagógica la licenciatura en Ciencias Sociales, su pasión por la causa territorial de las comunidades negras, lo llevó por segunda y última vez a Lloró.

Ese viernes, Miguel Angel Quiroga, de 25 años, se dirigía en dos botes junto con un sacerdote y 40 campesinos a la comunidad de Nipurdú sobre el río Tumutumbudó, a celebrar las fiestas patronales, diez minutos después de partir del municipio de Lloró fueron obligados a detenerse por paramilitares que mantenían allí un retén 20 hombres les exigieron los documentos de identidad a los ocupantes de la embarcación, uno de ellos, un habitante rural no los tenía, los armados pretendieron quedarse con él, Miguel Ángel entonces protestó y exigió respeto. En cuestión de segundos el jefe de los paramilitares conocido como alias "Raúl” sin mediar palabra le disparó a Miguel en su cabeza, disparo como si le hubiese dado directo en el corazón. 


Ese corazón que había escrito: “Si no cambiamos las posturas del corazón, no podremos cambiar nuestra patria”, pero de eso no entendía uno de aquellos formado en la doctrina autoritaria, segado de su soberbia, sin escuchar razones, embebido de su prepotente poder que concibe al otro como enemigo asesinó el corazón físico de Miguel.

Pero ese corazón  noble no se murió vive en la memoria que cuentan con sus propias palabras y siguen hablando a los victimarios y sus beneficiarios, aquellos que han amasado riqueza con la muerte violenta de millares. Tengo el deseo de darme a fondo, a aquél que no tiene fondo, había también escrito Miguel

El padre Cecilio de Lora parte de esa memoria de vida recuerda: “Allí con su querida población negra, pobre entre los pobres de Colombia, desarrollaba su misión, lleno de entusiasmo, de creatividad y de alegría, las características que han marcado su vida.” Y es que la opción de Miguel Angel fue por defender la verdad, por denunciar lo injusto; su motivación religiosa y social lo llevó a hablar claro a los asesinos del pueblo chocoano. Nunca se detuvo.

Un día antes de su muerte había dicho: “qué feliz me siento porque cada vez me voy sintiendo más identificado con la gente, con los de mi pueblo”. Cuando la noticia fue creciendo en el mundo religioso y de la solidaridad su Superior Provincial escribió: “Michel ha muerto como vivió: defendiendo a los pobres de la tierra, apasionado por la paz y la justicia. Sus hermanos nos sentimos orgullosos de él, y con nosotros, la familia toda de María”

Otro sacerdote interpretando la vida de Miguel, Rodrigo Betancur, escribió: “Michel no murió por hablador, Michel murió por hablar la verdad, por ser consecuente con lo que creía y pensaba, él, siendo Joven, creyó en el Dios liberador en el Dios de Jesucristo; estaba buscando su voluntad con los vaivenes de su corta edad. Muchos podemos testificarlo. Michel estaba feliz aquí en Lloró, se empezaba a identificar con el pueblo a pesar de las diferencias culturales y étnicas, quiso asumir los retos que una misión como ésta plantea a un religioso joven y en camino. Él mismo dijo días antes de morir:"sumando y restando este ha sido un buen año". Él estaba aprendiendo a pintar en Negro, buscando que el arco iris coloreara toda la realidad inmensa y compleja de esta parte del Chocó tan dura para los que la viven y tan desconocida para los que aún no saben qué sucede por aquí.

Memoria que nos significa la necesidad de la justicia, memoria que también se canta, que no solo se escribe, como ocurrió con alguien desde Zaragoza que compuso a Michel http://www.marianistas.org/pastoral/michel/cancion.htm. La Universidad Pedagógica Nacional también ha realizado memoria por medio de un mural de rostro y cuerpo completo. 

Nosotros también seguimos re memorando, seguimos cantando

Miguel Angel Quiroga en la memoria 
Miguel Angel Quiroga Sin Olvido 

martes, 17 de septiembre de 2019

Alfredo Rafael Francisco Correa de Andreis

17 de septiembre de 2004


Alfredo Rafael Francisco Correa de Andreis, ingeniero agrónomo, sociólogo, intelectual, humanista y Caribe, nacido el 26 de abril de 1952 en Ciénaga, Magdalena. Realizó una maestría en educación con énfasis en desarrollo social en la Universidad de Paris XII-Val de Marne de Francia.

Dedicó 23 años de su vida a la docencia, fue un sociólogo comprometido con la comprensión de la región Caribe, con las poblaciones víctimas de la violencia, del desplazamiento forzado y el despojo de tierras en Atlántico y Bolívar, un académico que articulo sus reflexiones y pensamientos con la sociología colombiana de Orlado Fals Borda. Fue Secretario de Planeación y Secretario de Participación Ciudadana en Barranquilla.

En 2004, a sus 52 años se encontraba trabajando en dos investigaciones una de ellas financiada por Colciencias con la Universidad del Norte de Barranquilla y otra de ellas financiada por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID. Estudió el desplazamiento de las poblaciones de La Cangrejera, Pinar del Río y Loma Roja, en zona rural de Barranquilla. Desarrolló su labor académica en defensa de los derechos humanos.

El 17 de junio de 2004 sobre las 5:20 p.m. Correa de Andreis salió de su apartamento en el barrio El Prado de Barranquilla, se despidió de su esposa Alba Lucía y de su hija de 13 años Melissa, para abordar un vehículo que lo llevaría a una reunión en la Universidad Simón Bolívar. De manera inmediata agentes del DAS, apoyados por un organismo de inteligencia de Atlántico, retuvieron a Alfredo con una orden de detención por delito de rebelión, que había sido emitida por el fiscal 33 de Cartagena, Demóstenes Camargo Ávila.

Fue recluido en la cárcel El Bosque de Barranquilla, allí permaneció hasta el 14 de julio de 2004.  Fue señalado de ser ideólogo y colaborador del frente 59 de las FARC, bajo el alias de “Eulogio” o “El Profe”, víctima de un montaje con pruebas falsas, testimonios comprados con desmovilizados de este grupo armado, los supuestos testigos fueron Javier Larrazábal, José Daniel Satizábal, Mayerlin Torres Carvajal, Eliécer Vivas Cuervo y Yamile Barrios Villegas.

Todo el material probatorio fue irregular, su defensa aportó las pruebas que evidenciaron que había estado en actividades familiares o de trabajo cuando según los falsos testigos había estado en campamentos de las FARC, se reafirmó que Alfredo era un hombre de paz, entregado a la investigación social, a la academia y un hombre defensor de derechos humanos.

Un mes después fue puesto en libertad, pese a que la Fiscalía General de la Nación tenía el material para dejarlo en libertad de forma más pronta, no lo hizo. El 17 de septiembre de 2004, mientras el profesor Alfredo se encontraba caminando en compañía de su escolta Edelberto Ochoa Martínez por la Carrera 53 con calle 60 a las 2:20 p.m. fue baleado por sicarios junto a Edelberto en vía pública.

Antes de que acabaran con su humanidad el profesor le dijo al hombre que empuñaba el arma “¡Hey loco, no dispare!”. Desde agosto de 2003 Correa de Andreis era objetivo militar de las AUC, por lo que Javier Alfredo Valle funcionario del DAS de la sede de Valledupar, que estaba al mando de alias “Don Antonio”, empezó a realizar seguimientos ilegales al profesor, durante cuatro meses registró y fotografió todo lo que realizaba el docente.

Posteriormente, se conoció una lista de 35 personas entre las que estaban líderes sociales, defensores de derechos humanos y gestores culturales, señalados de ser colaboradores de la guerrilla de las FARC y objetivo militar de las AUC en la Costa Atlántica. Siete personas que se encontraban en esa lista fueron asesinadas, incluyendo al maestro. 

Su asesinato estuvo orquestado por el Bloque Norte de las AUC y por el Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, información que se conoció por una declaración de Jorge Enrique Palacios Salas, quien era representante de una empresa de seguridad, al servicio de las AUC. Reveló que el asesinato había sido ordenado por Edgar Fierro Flórez, alias “Don Antonio” capitán retirado del Ejército, encargado del Bloque Norte en la ciudad de Barranquilla, al mando de Rodrigo Tovar Pupo alias “Jorge 40”.

Willmer Samper alias “Pupi” le informó a Jorge Palacios que estos habían asesinado a Correa de Andreis, le contó el plan criminal que se gestó para su muerte, que incluso fue acompañado a la Clínica del Prado para comprobar que efectivamente estuviese muerto. “Pupi” confirmó que lo habían asesinado porque se le acusaba de ser colaborador de la guerrilla, pero que el grupo paramilitar sabía que no era guerrillero, que les causaba molestias por el trabajo intelectual que realizaba y por las reclamaciones a la Red de Solidaridad para que ayudarán a personas en condición de desplazamiento.

Poco después, los partícipes en este plan criminal fueron asesinados por las mismas AUC para las que trabajaban, siendo asesinados Jorge Palacios, Wilmer Samper y Henry Arbey Patiño. 

Posteriormente, en uno de los computadores de “Jorge 40”se encontró una carpeta llamada “Amigos del DAS”, en la que se tenía una lista de 106 nombres, encontrándose académicos, activistas, defensores de derechos humanos, periodistas, sindicalistas y líderes de oposición de la Costa Atlántica. El 11 de marzo de 2006, en una residencia de Santa Marta que ocupaba “Don Antonio” se encontró documentos que revelaban la vinculación de los paramilitares con el DAS, entre ello, una lista de personas que criticaba la impunidad detrás del proceso de paz entre las AUC y el gobierno de Álvaro Uribe.

La Corte Suprema de Justicia determinó que el DAS actuó conjuntamente con paramilitares del Bloque Norte y que esta misma entidad había cometido graves delitos de espionaje, amenazas, persecución y asesinatos. La Fiscalía estableció que el hecho fue cometido por Rodrigo Tovar Pupo, Edgar Ignacio Fierro, Juan Carlos Rodríguez y Javier Alfredo Valle Anaya.

Jorge Noguera, director del DAS en aquel entonces, fue determinado como coautor de este homicidio y contra el de la periodista Zully Codina, Pacheco Rodríguez, sindicalista de SINTRELECOL, trabajador de Electricaribe y del político Fernando Pisciotti Van Strahlen.  La Corte Suprema de Justicia le imputó 25 años de prisión por la muerte de Alfredo Correa de Andreis.

En 2013, el Tribunal Superior de Barranquilla ordenó al DAS ofrecer disculpas públicas por la muerte del docente. En enero de 2019 el Consejo de Estado condenó a la nación por la detención ilegal del sociólogo. La Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, sucesora del DAS, deberá dar respuesta a medidas restaurativas por los hechos. Pese a las imputaciones de responsabilidad, la verdad develada es incompleta y la impunidad persiste, no sólo en este crimen sino a lo largo de la historia del paramilitarismo y su vinculación con el Estado.

En su memoria la Universidad del Norte realizó un edificio para dar importancia a la obra de Correa de Andreis y para que las generaciones próximas puedan conocer su labor, este edificio se creó como un lugar en su honor, en el que se recordarán sus virtudes posiblemente como humanista, como intelectual, como padre y esposo.  El 17 de septiembre de 2019, cumpliéndose 15 años del crimen el Estado deberá pedir perdón público por lo ocurrido en memoria del docente, con un acto en la Universidad Simón Bolívar y en la Universidad del Norte.

A pesar de lo que fue y de lo ocurrido y aunque su cuerpo físico no esté con sus seres queridos, sus amigos, sus alumnos o grupos de estudio, sus lecciones de vida, humanas y académicas, se mantienen vivas significativamente para todos los constructores de paz, para todos quienes luchan en favor de la igualdad y los derechos humanos. Alfredo es un ejemplo a seguir para encontrar soluciones a problemas estructurales, pero al mismo tiempo para ser más sentipensantes, su memoria trasciende la impunidad, trascienden las fuerzas que persisten en hacer daño, será recordado por quién era y por su convicción en defensa de la vida.

Alfredo Correa de Andreis en la Memoria
Alfredo Correa de Andreis Sin Olvido

viernes, 13 de septiembre de 2019

Alfonso López Peralta

13 septiembre 2003 

Alfonso López Peralta es una de las 4000 víctimas del exterminio de la Unión Patriótica que fueron asesinados en el marco del plan Baile Rojo, segunda fase de extinción de esa agrupación política. El asesinato de Alfonso, cometido a pocos metros de su casa, es una expresión del poder del terror, de penetrar la cotidianidad, de invadir la intimidad y dejar huellas para paralizar. 

Alfonso era un habitante rural de la región del Sumapaz, localidad ubicada a menos de una hora de Bogotá, desde joven emprendió la búsqueda por la justicia social, enfrentando con sus palabras llenas de pasión política, la violencia, la corrupción y la impunidad. Expresó su oposición política distinguiéndose como miembro de la UP y del Partido Comunista.

Ese 13 de septiembre a la 1:00 de la mañana, López Peralta se encontraba cerca de su vivienda, en el caserío San Francisco, corregimiento de Cumacá. Hasta allí llegó un grupo de paramilitares que se le acercaron, le dispararon y lo asesinaron. Con anterioridad sabía que su vida estaba en peligro, pero nunca quiso dejar a su familia, su tierra, su gente, ni sus responsabilidades como líder campesino y su apuesta de oposición democrática no violenta.

En el libro titulado: ‘’Me van a matar… - Testimonios de la vida de Alfonso López Peralta’’, su hijo Fernando recuerda con orgullo la tenacidad y persistencia de su padre, en una pregunta "¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo en Colombia los campesinos empobrecidos, seguirán matándose entre ellos mismos atrapados en las lógicas de la guerra total para brindar seguridad y prosperidad demagógicas, una guerra a servicio de unos pocos que necesitan sus tierras, sus brazos para trabajar, sus sueños y esperanzas para consumir, ilusionándoles que hay un enemigo que hay que combatir, siempre?."

Hoy esas preguntas parecen mantenerse en el tiempo, cuando lo rural sigue en el foco de los intereses del capital privado para esquilmarlo y agotarlo. El texto de su hijo Fernando es la memoria que sigue exigiendo justicia por este asesinato, que más allá de las afirmaciones formalistas, no es solo un crimen de Estado, si no parte de un genocidio político.


Alfonso López Peralta, en la memoria
Alfonso López Peralta, Sin Olvido 

jueves, 12 de septiembre de 2019

Masacre de Carmen del Darién






Septiembre 12 de 2001


Carmen del Darién, Jiguamiandó y Curvaradó, en el departamento del Chocó, son cuencas de una zona estratégica para el control del Río Atrato, lugar que ha sido centro de disputas territoriales desde la colonización, y ha desembocando un conflicto histórico en materia social, ambiental y económica. Ninguno de estos territorios ha podido desmarcarse de la confrontación armada, el predominio de otras actividades delictivas, formas de violencia y el abandono por parte del Estado.

El 12 de septiembre, la vereda Pueblo Nuevo y el corregimiento Puerto Lleras, en Carmen del Darién, fueron azotados por la violencia paramilitar. Aquel miércoles hacia las 8 de la mañana ingresó al territorio un grupo de aproximadamente 30 hombres armados identificados como miembros del Bloque Élmer Cárdenas, En Puerto Lleras, asesinaron a tres campesinos, primero a César Emilio Chaverra Bejarano y Segundo Salinas Ibarra, quitándoles la vida a pedradas, luego la víctima fue Rubén Rentería Durán a quien degollaron.

Posteriormente, se dirigieron hacia el corregimiento de Pueblo Nuevo, donde lanzaron granadas y dispararon de forma indiscriminada. Entre los heridos se dio la muerte de dos personas: Inés Blandón una joven campesina de 28 años que estaba en su octavo mes de embarazo y junto a ella Eulalio Blandón uno de sus hijos de 16 años. Las muertes fueron justificadas por los victimarios acusando a los pobladores de ser aliados y colaboradores de la guerrilla. Además de los asesinatos saquearon las casas, se llevaron la ropa y los alimentos de los pobladores. 

Carmen del Darién viene realizando de manera colectiva su propia reconstrucción de la memoria, rechazando la violencia por medio de sus tradiciones culturales, desde manifestaciones los cantos de bullerengue, los sonidos de la chirimía, como símbolo y ejercicio autónomo de recuperar la vida, de convertir el dolor en esperanza y reconstruir el tejido social para iniciar un camino hacia la paz.

Masacre de Carmen del Darién, en la memoria
Masacre de Carmen del Darién, Sin Olvido

martes, 10 de septiembre de 2019

Jacinto Quiroga Castañeda

Septiembre 10 de 1990 
"Nací campesino, como todos mis abuelos; labro la tierra para el sustento, vivo de la agricultura de subsistencia"

Un líder cívico, que asumió en sus apuestas socio políticas, la exigencia y el trabajo por la justicia social en las tierras del municipio Bolívar en Santander. Jacinto Quiroga Castañeda fue asesinado por efectivos del Batallón de Ingeniería No 5 Galán de la 5a brigada del ejército nacional en el caserío Guamal es otro rostro del crimen de Estado que permanece en la impunidad jurídica pero no en el olvido.

Fue un lunes, en área rural del municipio de Bolívar, Santander, un día después de la celebración de su cumpleaños número 46, cuando fue asesinado. Jacinto, campesino, creyente de la comunidad cristiana de base, cristiano político del Movimiento de Unidad Campesina, buscó romper la dicotomía entre fe y política dando respuesta al hambre y la injusticia material.

En la época del Estatuto de Seguridad por su actividad política de dirigente cívico fue injustamente encarcelado por integrantes de la 5a Brigada del Ejército Nacional. En septiembre de 1979 Jacinto fue detenido arbitrariamente, sometido a un sin número de torturas y vejámenes durante los primeros ocho días de su detención. Desde ese día y durante más de 10 años fue objeto de una despiadada persecución con amenazas constantes.

Las amenazas de muerte no surtieron efecto, Jacinto continuó buscando la integración y el desarrollo de la comunidad. Sin embargo, en la madrugada del 10 de septiembre de 1990 el operativo militar llegó a su casa, irrumpiendo en la cotidianidad.

Uno de sus 8 hijos con estas palabras recuerda esa madrugada “Toda la casa estaba rodeada por el ejército y para nosotros todo era confusión y caos. Mi mamá se acercó a mi papá y trataba de prestarle primeros auxilios. Mi papá estaba muy mal herido, los disparos le habían quebrado la columna a la altura de la cintura y el brazo izquierdo a la altura del codo y para mover la cabeza se agarraba el cabello con la mano derecha y se jalaba. Hablaba con todos los que estábamos ahí, especialmente con mi mamá y le decía: “animo mija a mí me jodieron, me mataron pero ahí están los hijos y lo único que les puedo dejar son las abejas para que los saque adelante”. 

La Procuraduría Delegada para las Fuerzas Militares inició la respectiva investigación por estos hechos bajo el radicado No. 022-10843, la cual resolvió en julio de 1995, sancionar al Suboficial que fue reconocido como el culpable por disparar contra Jacinto Quiroga con suspensión en el ejercicio del cargo por el término de cinco años. 

En materia de justicia e investigaciones no han existido más asomos, la formalidad de investigar asegurando la impunidad, silenciando el proyecto social construido desde abajo ha sido la premisa. Por eso la ruana que cobijó a Jacinto, la ruana con la que murió es hoy una reliquia que revive ese tejido de hermandad, ese tejido de justicia social por el que vivió.

acinto
l heredarnos su legado
ierto en sus altruistas ideas
ncólume, incorregible e incorruptible
ada, ni nadie logró chantajearle
anto en lo material como también espiritual
sando ante arrogancias y prepotencias poderosas

ue ingenuamente creyeron
nirle en el mayor ostracismo
gnorando las leyes naturales
ebasaron los límites de tolerancia
pacando su brillante existencia
G enerando eso sí, el efecto inverso
l inmortalizarle integralmente

arne sangre y alma
portados con un solo propósito
umaron los componentes fundamentales
razándonos el camino a transitar
nte la tortuosa realidad
Ñ udo de vínculos de identidad
starán siempre en las mentes
e quienes decidan avanzar

l ideal de cambio con justicia social
(Tomado de Memorias de Jacinto Quiroga: Animador de la fé de los pueblos).


Jacinto Quiroga en la Memoria
Jacinto Quiroga Sin Olvido