9 de abril de 1987
Carlos Arturo Guengue era un reconocido dirigente
popular en el sector de Aguablanca, en Cali, Valle del Cauca,
fotógrafo, militante de la Unión Patriótica y del Partido
Comunista. Esposo y padre de dos hijos.
El 6 de julio de 1987 el agente de policía Saúl
Rentería fue baleado y saqueado de su radio portátil en Cali. Agentes
de policía de la SIJIN empezaron a buscar al responsable de
los hechos, en donde, de forma irregular fue vinculada Luz Marina
Castillo. La mujer y su hija fueron amenazadas, acusadas de haber
robado el radio y de conocer a un hombre apodado “El Magnífico”,
señalando a Carlos Guengue.
Días más tarde, el 9 de julio de 1987
a las 8 de la noche, hombres vestidos de civil, armados y llamados "los secretos”, miembros del F-2 de la SIJIN, por orden del suboficial
Jaime Collazos allanaron la vivienda de Carlos. En la casa estaba Olga
María Guerrero, esposa de Guengue, y sus dos hijos, de uno y cinco
años. Olga fue interrogada, golpeada e insultada, la sacaron de la
vivienda cogiéndola del cuello y la arrastraron hasta un carro, y
aunque trato de pedir ayuda los hombres la callaron.
Los policías en varios autos se dirigieron con
Luz Marina y Olga al hospital San Juan de Dios, lugar en el
que trabajaba Carlos, al llegar, él ya había salido en dirección a su casa.
Mientras tanto Virgelina Chara vecina de la familia Guengue
intentó advertirle a Carlos del allanamiento y que su esposa había sido
detenida, sin embargo, “los secretos” al ver que Virgelina
había constatado los hechos también la detuvieron y subieron al mismo
auto con Luz Marina y Olga.
A las 10 de la noche en el barrio
Marroquín, Carlos fue detenido, golpeado e insultado
por cinco integrantes de “los secretos”, los hombres lo meten
en la cajuela de un Renault gris y lo llevan a la Calle 70 con carrera
80. En el lugar, había un depósito de materiales. El vigilante del
depósito observó la llegada de hombres vestidos de civil, con armas
cortas, ametralladoras y radios portátiles, quienes además se acercaron para pedirle cigarrillos y agua.
Minutos después el Renault gris en cuyo
baúl estaba Carlos tomó la autopista hacia la carrera primera y
desapareció, desde aquel momento jamás se supo de Carlos. Al día siguiente, el
vigilante del depósito de materiales vio el Renault gris en la inspección
de policía del barrio las Ceibas.
El auto en el que estaban las 3 mujeres se fue en
dirección a la Estación de Policía Fray Damián, en donde, los
agentes indicaron haberlas detenido por ser miembros del M-19, y
que, la prueba de ello eran boletines que habían encontrado al allanar la casa.
Dado que no existían las pruebas suficientes y
las mujeres habían sido detenidas sin orden de captura y tampoco se había hecho
la detención en estado de flagrancia, entonces fueron
liberadas. Pero la desaparición de Carlos no fue suficiente, puesto que, los
victimarios continuaron con amenazas y atentados contra Olga, al dispararle e
intentar secuestrarla. La Procuraduría solicitó al DAS medidas de
protección, pero las amenazas y los hostigamientos se intensificaron.
Debido a las denuncias realizadas, la Procuraduría
Regional estableció que miembros de la policía del F-2
adscritos a la SIJIN habían realizado la detención ilegal vinculando
al subteniente y comandante de la unidad antisubversiva Mauricio Nieto
Rojas, al suboficial Jaime Collazos, el cabo primero
Juan Pablo Colorado y los agentes Rubén Rodríguez y Fernando
Valencia.
En el hecho participaron un mayor número de
agentes de seguridad estatal, sin embargo, no se determinó quienes, así como
tampoco la presunta responsabilidad de un agente de Estado con un rango mayor
que estuvo involucrado en los hechos y protegió a los victimarios. Todos
negaron la responsabilidad, pese a que, se supo que fue una operación de
tipo paramilitar y clandestina, ni la justicia penal, ni militar
adjudicaron responsabilidad o se tomaron medidas disciplinarias.
Aunque se imputaron cargos de detención
ilegal, abuso de autoridad y secuestro, nunca se consideró en sí mismo
el delito de desaparición forzada. El cuerpo de Carlos y sus
restos jamás fueron hallados y la pérdida de su vida quedó en completa
impunidad, finalmente, su esposa y sus dos hijos debieron exiliarse.
A pesar de que el hecho es impune, la
humanidad y el alma de Carlos no han sido olvidadas, su vida y su
labor siguen vivas.
Carlos Arturo Guengue en la Memoria.
Carlos Arturo Guengue Sin Olvido.
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