viernes, 21 de septiembre de 2018

Jhonny Silva Aranguren


22 de Septiembre de 2005

Cuando a Wilman Silva se le pregunta sobre los recuerdos que guarda de su hijo, su voz se quiebra. “Es muy duro, porque otra vez tengo que revivir mi dolor”, confiesa. No es para menos. Ese hijo, Jhonny Silva Aranguren, fue asesinado el 22 de septiembre de 2005 en medio de fuertes disturbios registrados dentro del campus de la Universidad del Valle donde estudiaba quinto semestre de Química. Solo tenía 21 años.

Los hechos de su muerte contrastan con lo ocurrido casi 10 años después, el 31 de agosto de 2015, cuando José Libardo Martínez, un subintendente del Esmad, falleció también durante desórdenes en el centro de educación superior. El deceso de Martínez se debió a un disparo que impactó en su cabeza y que fue descerrajado, presuntamente, desde el campus universitario.
El también execrable crimen mereció un gran despliegue mediático y anuncios de recompensas hechos por las autoridades para dar con los responsables. La muerte de Jhonny, en contraste, parece hundirse en la impunidad., y su recuerdo sufre el acoso del olvido.
¿Quién era Jhonny?
Wilman describe a su hijo como “una excelente persona” cuya afición era el estudio. “Recuerdo  que yo los fines de semana quería irme para un río o un paseo y él me decía: ‘no, papá, yo tengo que estudiar, no puedo ir’”, relata. Esa devoción de Jhonny por su preparación académica quizás se vio influida por la presencia de varios químicos en la familia. “Él quería superarlos –explica su padre–, él soñaba con ser un Einstein”.
Era muy casero, molestaba a su mamá por su baja estatura –él medía más de 1.75–. Le encantaban los fríjoles. Wilman no da más detalles. Como él mismo lo aclaró desde el principio, prefiere no remover recuerdos dolorosos. Sin embargo, a través de uno de los libros que ha escrito para contar la historia de su hijo –y preservar así su memoria–, se descubre que la vida de Jhonny estuvo marcada por grandes pruebas.
Nació con atresia biliar, esto es, obstrucción de los conductos que transportan la bilis desde el hígado a la vesícula biliar, enfermedad que superó “a punta de tratamientos y remedios caseros, como la raíz de azafrán con cimarrón”. Creció en Nariño y la Bota Caucana. Alguna vez quedó atrapado junto con su mamá y su hermana en medio de ráfagas de fusil y gritos de angustia tras la toma del peaje de Tunía, en Cauca.
Tan cruda experiencia le dejó como secuela un problema de lenguaje del que se pudo recuperar en un 95 %. Años después sufriría una lesión de cadera que le impediría caminar con facilidad. 
El proceso judicial
Jhonny Silva pudo sortear los obstáculos que la vida puso en su camino, pero aquel 22 de septiembre le fue imposible escapar de las garras de la violencia y la injusticia.
Era jueves, día en que casi que por tradición suelen ocurrir las manifestaciones que culminan en enfrentamientos entre encapuchados y miembros del Esmad. Pero aquella vez los desórdenes tuvieron un desenlace macabro: una bala  se alojó en la humanidad del estudiante de quinto semestre de química, cegándole la vida.
Desde ese momento inició un proceso judicial accidentado y lleno de dilaciones. Documentos oficiales consultados por EL PUEBLO dan cuenta de que la primera decisión de importancia en el caso fue tomada el 12 de septiembre de 2007, por la Fiscalía 41, adscrita a la Unidad Nacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de Cali.
Dicha Fiscalía ordenó escuchar en indagatoria a quien se desempeñaba en ese entonces como comandante del Esmad, el Capitán Gabriel Bonilla, y a dos intendentes del órgano policial. El ente investigador tomó la decisión, basándose en testimonios según los cuales efectivos del Escuadrón Móvil Antidisturbios habrían ingresado en el campus universitario alrededor de las 6:45 p.m., aquel 22 de septiembre de 2005.  Durante la incursión uno de los uniformados le habría presuntamente disparado a Jhonny Silva.
En 2008, la Fiscalía 41 se abstuvo de ordenar la privación de la libertad de los miembros del Esmad, pero posteriormente acusó al capitán Bonilla por los delitos de homicidio culposo, lesiones personales culposas y prevaricato por omisión. De acuerdo con informes de prensa de la época, el fiscal del caso concluyó que el oficial “violó el deber de cuidado al permitir el ingreso de sus subalternos a las instalaciones de la universidad, sin previa autorización”.
Asimismo, declaró que Bonilla “omitió la requisa del personal a su mando, lo que habría facilitado el accionar del arma de fuego, la cual fue disparada en la humanidad del estudiante”.
Sin embargo, el caso dio un nuevo giro en 2009 cuando la Fiscalía 55 especializada en Derechos Humanos reverso la acusación contra el oficial, presentando un recurso de apelación en efecto suspensivo. Con esa decisión la Fiscalía libró de responsabilidad al uniformado por la muerte de Jhonny.
Por su parte, la Policía Nacional siempre ha negado su ingreso al alma máter aquel fatídico día y su participación en el deceso del joven. La Institución ha manifestado que “es imposible responsabilizarla por ese crimen pues fue realizado por terceros […]  ya que […] el grupo Esmad […] no porta ni utiliza armas de fuego”.
Un caso en impunidad
Después del asesinato de Jhonny, los autores del homicidio siguen sin recibir castigo.  “El caso de nuestro hijo pasó por once fiscales, miles y miles de hojas en su expediente y no ha sido posible que haya justicia”, anota Wilman al respecto. El hombre de mirada cansada señala, además, que en varias oportunidades buscó a los fiscales a cargo de la investigación para saber por qué no había resultados.
“Cuatro meses después de la muerte de mi hijo fui a hablar con la directora seccional de fiscalías de la época. Ella me dijo: ‘Don Wilman, no se le haga nada raro que el caso de su hijo termine en la impunidad. Aquí el 99 % de casos queda impune’. Tiempo después otro de los fiscales del caso me aconsejo esperar la justicia divina”, afirma.
Cansados de lo que para ella era una falta de respuesta de la justicia colombiana, la familia del joven universitario decidió acudir a instancias internacionales. “Nuestro caso lo llevamos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2008 –cuenta Wilman–. De parte de la Comisión siempre nos han contestado que ellos manejan muchos casos a nivel latinoamericano y que nosotros estamos en turno… por eso se han retrasado las cosas”.
Para Wilman, la muerte de su hijo fue un golpe muy bajo del que nunca se va a reponer. “Yo sé que moriré con esa angustia, con ese dolor, con esa rabia de saber que no hay justicia”, sostiene con tristeza. Por eso hace un llamado no solo a la comunidad universitaria, sino también a los medios: “No olviden a las víctimas. Que se siga exigiendo justicia porque mañana –ojalá no sea así, lo que me paso a mí les puede pasar a ustedes”.

Jhonny Silva Aranguren, en la memoria
Jhonny Silva Aranguren, Sin Olvido


Texto original extraído de El pueblo "Siete años sin Jhonny" con modificación Sin Olvido 


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