Noviembre 10 de 1984 - Noviembre 10 de 2014
El 10 de Noviembre de 1984, a las 8.30 de la mañana en Santander de Quilichao, departamento del el Cauca, el sacerdote Álvaro Ulcué Chocue cuando se dirigía a cumplir con un oficio religioso en la casa albergue Santa Inés a las afueras de la cabecera municipal de Santander de Quilichao, declarado enemigo por exigir el respeto de los derechos del Pueblo indígena y la devolución de las tierras a estas comunidades, fue atacado por dos agentes de F-2 de la Policía Nacional, Miguel Ángel Pimentel y Orlando Roa.
El Nasa Pal (sacerdote nuestro) en el nasa yuwe, (lengua del pueblo nasa) interiorizó profundamente el evangelio por la vida. Esa relación de la espiritualidad ancestral nasa con la espiritualidad cristiana lo llevó a entender y comprometerse en la vida de su pueblo marginalizado, asesinado, negado muchas veces, desde una lectura liberadora del evangelio. Con muchas dificultades y esfuerzos logró ordenarse como el primer sacerdote indígena en Colombia.
Gracias a un testigo ocular se pudo identificar a los dos asesinos como miembros del F-2. El testigo rindió declaración ante el Juzgado Segundo Ambulante de Instrucción Criminal. En abril de 1985, inexplicablemente el testigo fue buscado por Agentes de la Procuraduría General de la Nación y fue obligado contra su voluntad a viajar a Popayán para “ratificar sus denuncias”. Al reconocer en fila a uno de los victimarios, el juez permitió que el acusado identificara plenamente al denunciante y lo amenazara. Luego, uno de los Agentes de la Procuraduría que lo acompañaba, llevó al testigo al Cuartel de la Policía de Popayán donde, bajo todo tipo de intimidaciones, le exigieron cambiar su versión ante el juez, para acusar a las FARC del asesinato del Padre Ulcué. Llevado nuevamente al juzgado, lo obligaron a firmar un documento, sin permitirle leerlo. Luego fue conducido a los calabozos del DAS en Cali, donde recibió nuevas amenazas.
ALVARO quedó mal herido, se bajó del vehículo en el que se transportaba y se tendió en la tierra. Luego, los sicarios se retiraron, pero al percibir que estaba mal herido lo remataron, y finalmente huyeron. Religiosas que estaban cerca al sitio, lo introdujeron en un taxi y lo condujeron al hospital de la localidad a donde llegó con vida. Momentos después falleció.
Alvaro Ulcué desde su compromiso evangélico comprendió que la principal base organizativa de su pueblo era la educación, el fortalecimiento de la familia; así entonces un paso importante en el propósito formativo era la recuperación de la lengua propia, por eso recorrió el territorio nasa Tacueyó; Toribio, Jambaló al nor-oriente del departamento del Cauca con ese propósito, buscando en los mayores y mayoras sus principales apoyos en este propósito.
Recuperar la lengua era recuperar toda una raigambre cultural, que desde la memoria indicaba que la tierra debía ser el elemento vital de este pueblo. Al recuperar la lengua inmediatamente el efecto fue recuperar la tierra que había sido ocupada por terratenientes, para quienes Alvaro se convirtió en su amenaza.
Las investigaciones penales y disciplinarias fueron manipuladas por las instituciones pretendiendo focalizar las responsabilidades en otros, algunos expedientes se “extraviaron”, llevando a que el crimen quedara en la impunidad.
El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos ofició entonces, a la Presidencia de la República y a la Procuraduría General de la Nación, denuncias por tan delictiva manipulación de las investigaciones, sin obtener ninguna respuesta. Aun más, todas las copias del expediente de la Procuraduría sobre el asesinato del Padre Ulcué “se perdieron”, llevando a que el crimen quedara en la más absoluta impunidad.
El poder de su palabra liberadora como profeta llegó a todo rincón del territorio nasa y el pueblo caminó alrededor de esa palabra recuperando tierra que había sido usurpada, caminó en torno a la organización, caminó en torno a la movilización.
Los restos del padre ALVARO fueron trasladados a Pueblo Nuevo, la tierra indígena que lo vio nacer. La tierra por la que hoy en su memoria los pueblos indígenas, los campesinos mestizos y afrodescendientes la defienden afirmando su dignidad. No fue sepultado en el templo, como muchos querían, sino que se cumplió su voluntad expresa:
“Si he de morir, quisiera que mi cuerpo quedase amasado en la arcilla de los fuertes, como un cemento vivo arrojado por Dios entre las piedras de la Ciudad Nueva”.
Alvaro, enfrentador con criterio y autoridad, sin ningún tipo de temor enfrentó a la ambición, la avaricia, la injusticia, la criminalidad, señaló con determinación las amenazas a su pueblo, por eso lo amenazaron, lo persiguieron. Como un verdadero profeta anunció el camino libertario del pueblo nasa, denunció las estructuras de un poder local y regional, paramilitares, autoridades civiles y militares, narcotráfico como el generador del despojo, del terror, del crimen en tanto que líderes indígenas fueron desaparecidos y asesinados.
Han pasado 30 años, y la fortaleza del testimonio de ALVARO ULCUE CHOCUE vive en la dignidad de los pueblos del Cauca que afirman sus derechos, su dignidad. Esos pueblos exhuman hoy la memoria, la causa por la cual fue asesinado el sacerdote indígena, la concentración de la tierra, la imposición de un modelo de desarrollo que privatiza el territorio, que comercializa la vida.
SACERDOTE ALVARO ULCUE, en la Memoria
SACERDOTE ALVARO ULCUE, Sin Olvido
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