Primero fue el desconcierto, después la
indignación, luego sopló una ráfaga de cólera que encegueció las conciencias.
La historia de Colombia tomó otro rumbo. Ya el País no regresaría jamás a lo
que había sido hasta la 1:15 p.m. del 9 de abril de 1948. Jorge Eliécer Gaitán
había despertado las esperanzas de las gentes, que consideraron el magnicidio
como la frustración de sus sueños democráticos.
Como un hombre emocional, pasional y
místico, ideológicamente feminista y como un político futurista, así define
Gloria Gaitán a su padre el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.
El 9 de abril
de 1948, hacia la 1:15 p.m. en la Avenida Jiménez con Carrera 7ma en la
ciudad de Bogotá, a la salida de su oficina, JORGE ELIECER GAITAN AYALA fue
atacado por un sicario, quién disparó en tres ocasiones, logrando llegar con
vida al Hospital Central en donde murió. Esta fecha, fue la que se denominó
luego, como el “Bogotazo”, que quedó grabado en la historia colombiana y que
destapó finalmente, la persecución adelantada contra el gaitanismo.
El día anterior, el dirigente político
y abogado, JORGE ELIÉCER GAITÁN ganó el caso del Teniente José María Cortés
acusado de ser responsable del crimen de un periodista del partido Conservador,
Eudoro Garza. Ese mismo día, a su hija Gloria Gaitán en el colegio Mary Mount
de Bogotá una compañera de estudio le gritó: "Ojalá maten a su padre".
Según testimonios, ese 9 de abril, dos
hombres que habían estado merodeando desde el medio día el lugar, se ubicaron
de la siguiente manera, uno cerca de la puerta y el otro a pocos metros de
distancia de éste. Al ver salir a JORGE ELIECER del edificio, uno de los
hombres le hizo una señal al que apretaría el gatillo, quien posteriormente fue
identificado como Juan Roa Sierra, actor material del magnicidio.
Juan Roa, se acercó a JORGE ELIECER por
la espalda y le disparó en varias ocasiones. Tres balas se alojaron en su
humanidad, una de ellas en la cabeza, dos en el tórax. Era tal la resistencia
de JORGE ELIECER, su arraigo a la vida y a lo que en ella aún tenía por hacer,
que se mantuvo vivo hasta llegar a la Clínica Central ubicada en la calle 12
con carrera 4ª, donde falleció en momentos en que le realizaban una transfusión
de sangre.
Conocido el deceso del líder liberal se
inició una revuelta popular en Bogotá y en diversas ciudades con la pretensión
de derrocar el gobierno conservador a quién se responsabilizó del Crimen, de
quien iba a ser sin lugar a dudas, el presidente de Colombia. Con su crimen se
disparó la violencia represiva del Estado y la sublevación como expresión
popular ante el establecimiento.
Cientos de muertos y heridos, el centro
de la capital destrozado y el inició de una época de violencia política, que 60
años después no termina.
La vida de Gaitán se construyó al lado de
las aspiraciones de dignidad de amplios sectores populares colombianos. Sus
ideas dentro del partido Liberal fueron trastocando los cimientos de poder de
los dirigentes de su partido y los del conservador, el temor del
establecimiento a la posibilidad de una conquista del poder generó diversas
reacciones en contra.
Esta actitud se expresó a través de la
prensa, de la jerarquía de la iglesia política, de las instituciones
educativas, las expresiones despectivas, la intolerancia al pensamiento plural
fueron ambientando el año de 1946, el desarrollo de estrategias paramilitares,
llamadas "los chulavitas", y "pájaros" instigadas e
inspiradas en el Gobierno del Partido Conservador de Mariano Ospina Pérez..
Al lado de la estrategia represiva se
iba desarrollando una estrategia política y de control social de división en
las bases populares. La combinación de ambos mecanismos generó el
enfrentamiento popular mientras la clase dirigente conservaba el poder.
Gaitán expresó la necesidad de
constituir una democracia directa a cambio de una democracia representativa,
evidenció el abismo de la clase dirigente con el pueblo, el uso del engaño para
disgregar las posibilidades de acceso al poder de los intereses contrarios a
las oligarquías.
Concretamente, fue el 23 de septiembre
de 1945, el día en que Gaitán fue promulgado como el “Candidato del Pueblo” por
una gran convención popular celebrada en la plaza de Toros La Santamaría. En
esa ocasión, fue vencido por el conservador Mariano Ospina Pérez.
Fue esta misma relación que Gaitán tenía con el pueblo la que lo llevó ser visto por jefes de los partidos políticos como un hombre irresponsable y peligroso, como un revoltoso.
¿Pero cómo no temerle? si Gaitán a sus
tan sólo 32 años, era Presidente de la Cámara de representantes, ostentaba la
Jefatura de la Dirección Nacional Liberal y la Rectoría de la Universidad
Libre.
Alcalde de Bogotá en 1936, Ministro de Educación en 1940, Ministro de Trabajo (1943-44) y Magistrado de la Corte Suprema en 1939; fueron otros de los cargos que ocupó.
Pero ahí justamente, radicaba la diferencia entre Gaitán y los políticos de su tiempo, quienes querían estar por encima del pueblo y quiénes compartían con la sociedad las causas, más no el sentir colectivo y las emociones.
Eduardo Umaña Mendoza antes de su crimen reabrió el proceso judicial con una denuncia en la que se develaba la participación de la clase dirigente en el crimen, responsabilidad que siempre se oculta bajo el sicariato, formas mercenarias o la fuerza pública y paramilitar, la participación de la Central de Inteligencia Americana, CIA.
Se conmemora otro año de impunidad, que se han
enfrentado no solo al aparato judicial, si no al genocidio del movimiento
gaitanista, al olvido propiciado por la historia oficial.
Con el crimen de Gaitán se mostró la
capacidad criminal del establecimiento, la pretensión de borrar de un tajo la
memoria, y negar a los excluidos la posibilidad de la democracia política y la
democracia económica.
En los discursos de Gaitán se supera la
impunidad del aparato de justicia, fortín en que el crimen conserva sus
privilegios fundados en la sangre, en la corrupción y la infamia. En su
memoria, en su dinamismo presente, como una conjuración contra el olvido, su
palabra, expresión de una esperanza que se mantiene.
Jorge Eliécer Gaitán en la memoria
Jorge Eliécer Gaitán Sin Olvido